CON IDENTIDAD PROPIA. CANARIAS
Con éste artículo, en base a las fuentes consultadas, sólo pretendo hacer un breve resumen, en el que a modo de "pincelada" podamos conocer un poco más los orígenes de un pueblo que poco a poco con el paso de los años ha ido superándose asimismo, creando su propia identidad social y cultural.Teniendo en cuenta ciertos elementos como son, entre otros, que sus "raíces no parecen estar claras", la tardanza en el reconocimiento de Canarias por parte de los europeos, el desequilibrio del desarrollo poblacional debido, como veremos, a su desigual crecimiento económico dando lugar a la creación del "Reglamento Real de 1718" que liberalizó las relaciones comerciales entre Canarias y América, imponiéndose el "Tributo de Sangre" o dicho de otra forma, la condición de enviar a aquel continente cinco familias canarias de cinco miembros por cada cien toneladas de mercancías exportadas, dando lugar a la aparición del "efecto llamada" produciéndose así un importante movimiento migratorio. Y por si todo esto al lector le parece poco, añadiremos las consecuencias de los conflictos internacionales en los que la Islas se vieron involucradas como resultado de su incorporación a la Corona de Castilla.
Y ahora, si todos estos ingredientesle parecen lo suficientemente atractivos, comencemos entonces a recorrer nuestro viaje para conocer a un pueblo que ante la adversidad siempre ha sabido, como antes he dicho, superarse asimismo.
LAS RAÍCES
La procedencia de sus habitantes no está clara. Las Islas Canarias estaban habitadas antes de la conquista europea por distintas poblaciones que popularmente se han venido conociendo como guanches, aunque en realidad, cada isla tiene una denominación:
Canarios (habitantes de Gran Canaria), Majos (Lanzarotey Fuerteventura), Benahorita (La Palma), Bimbaches (El Hierro).
Los antiguos habitantes de Canarias eran un pueblo entroncado con los antiguos bereberes del norte de África.
Hasta mediados del siglo XX, algunos investigadores defendieron una teoría que vincula a las poblaciones bereberes con los germánicos; sin embargo, esta teoría es rechazada actualmente por historiadores y antropólogos. En cuanto al poblamiento de las islas, las teorías más aceptadas en la actualidad son aquellas que defienden que estas poblaciones fueron traídas o bien por los fenicios o bien por los romanos.
Otra hipótesis indica que existieron sucesivas oleadas migratorias producidas primero por la desertización progresiva del desierto del sáhara y después por la presión del Imperio romano sobre el norte de África. Además, tanto el tipo humano como las raíces lingüísticas apuntan a una casi segura procedencia bereber.
En cuanto a sus principales actividades económicas, cabe decir que eran el pastoreo, la agricultura, la recolección de frutos y bayas y el marisqueo en las costas.
Conocimiento de Canarias por parte de los europeos
En la Antigüedad Clásica el Atlántico era el límite del mundo conocido y los relatos míticos sobre los Campos Elíseos o el Jardín de las Hespérides se mezclan con los conocimientos geográficos de la época. Las citas más antiguas son dudosas y probablemente hacían referencia a distintos puntos del Mediterráneo occidental y de la costa atlántica norteafricana.
Las islas Canarias aparecen ya citadas en textos romanos (Plinio el Viejo), si bien posiblemente ya fueran visitadas por los fenicios en busca del garum (salsa de pescado hecha de vísceras fermentadas de pescado que era considerada por los habitantes de la antigua Roma como un alimento afrodisíaco, solamente consumido por las capas altas de la sociedad), y tintes rojos vegetales como la orchilla (aunque algunos historiadores rechazan esta teoría).
Posiblemente, las islas fueron descubiertas por primera vez por el explorador cartaginés Hannón el navegante en su "Periplus", el primer viaje de circunvalación africano, en el año 570 a.C.
El primer documento escrito con una referencia directa a Canarias se debe a Plinio el Viejo, que cita el viaje del Rey Juba II de Mauritania a las islas en el 40 a.C, y se refiere a ellas por primera vez como Islas de los Afortunados (Fortunatae Insulae). En este documento también aparece por primera vez el término Canaria utilizado probablemente para hacer referencia a la isla de Gran Canaria. De acuerdo con Plinio, este nombre le fue dado a la isla en memoria de dos grandes mastines que los enviados de Juba capturaron allí y levaron posteriormente a Mauritania (el actual Marruecos), y que aparecen representados a ambos lados del actual escudo de Canarias.
Esta historia, no obstante, tiene algunos visos de no ser exacta, entre otras cosas porque se sabe que a la llegada de los castellanos y otros navegantes europeos posteriores, las razas de perro nativas del archipiélago eran de pequeño tamaño, al igual que las cabras de los guanches. Actualmente algunas teorías lo relacionan con el etnónimo norteafricano «Canarii», grupo bereber que se ubicaba en la zona noroccidental africana. De hecho el propio Plinio mencionaen otro texto a los «Canarii», si bien de nuevo vuelve a relacionar este término con los perros.
El geógrafo hispanorromano Pomponio Mela las situó por primera vez con exactitud en un mapa, y Plutarco fue informado por el general Sertorio de la existencia de las islas, a las que este último pensó en retirarse desde España por susproblemas políticos.
Durante mil años, entre los siglos IV y XIV, las islas parecen desaparecer de la historia. El único testimonio documental de esta época, muy dudoso, es el famoso viaje de San Borondón, cuya leyenda se extendió durante siglos por la Europa cristiana. Durante la Edad Media fueron visitadas por los árabes. En el siglo XIV se produce el redescubrimiento de las islas. Se produjeron numerosas visitas de mallorquines, portugueses y genoveses. Lancelloto Malocello se instala en la isla de Lanzarote en 1312. Los mallorquines establecieron una misión en las islas con un obispado, que permaneció desde 1350 hasta 1400, y del cual proceden algunas imágenes y tallas de vírgenes que actualmente son veneradas en las islas y que anteriormente lo fueron por los guanches.
La conquista de Canarias concluyó en 1496. Desde aquel momento, las islas se incorporaron plenamente al área cultural europea. Sus referentes políticos, sociales, económicos y culturales serán desde entonces los de Castilla. Su desarrollo histórico estuvo ligado a los destinos de la Corona Española.
LA POBLACIÓN
A mediados del siglo XVI, la población del conjunto de las Islas Canarias, no superaba los treinta y cinco mil habitantes. Esta población se concentraba principalmente en las islas de Gran Canaria y Tenerife (aproximadamente las tres cuartas partes de total).
Tenerife era la isla más poblada con una población entre nueve y diez mil habitantes, de los que unos dos mil quinientos serían descendientes de los antiguos guanches y aborígenes de otras islas, especialmente grancanarios y gomeros, y esclavos africanos, tanto berberiscos como negros, y el resto eran sobre todo portugueses y castellanos, y también grupos de genoveses, flamencos, franceses, judíos, etc. A finales de aquel siglo la población ascendía a algo más de veinte mil habitantes.
En Gran Canaria se aprecian dos fases diferenciadas marcadas por un crecimiento inicial y luego por un estancamiento poblacional para la segunda mitad del siglo XVI. A principios de siglo vivían menos de tres mil habitantes en la isla, población que aumentará hasta las ocho mil personas en torno a 1550, este crecimiento debe agradecerse a la inmigración desde la Península (tanto Portugal como Castilla) así como a las importaciones de esclavos desde África y por supuesto al crecimiento natural, todo ello al amparo de la expansión de la economía azucarera. Pero a finales de dicha centuria la población apenas rebasaba aquella cifra y de hecho a principios del XVII incluso cae hasta los seis mil habitantes, siendo superada en este concepto por La Palma. Las causas de este estancamiento y luego retroceso fueron las destructivas invasiones piráticas, las epidemias, las malas cosechas y la emigración causada por la crisis económica desencadenada con el fin del ciclo azucarero.
El resto de las islas presentaban los siguientes registros poblacionales a finales del siglo XVI: La Palma, 5.580 habitantes; La Gomera 1.265 habitantes; El Hierro, 1.250; Lanzarote menos de mil y Fuerteventura unos 1.900 habitantes. El siglo XVII fue, a diferencia de lo que ocurría en los territorios peninsularesde la Corona, un periodo de crecimiento demográfico. Se pasó de algo menos de 41.000 habitantes en 1605 a 105.075 en 1688, concentrando las Canarias occidentales alrededor del 70 porciento, mientras que en las Canarias orientales vivían en torno a 30.000 habitantes. Tenerife, con algo más de 50.000 habitantes y Gran Canaria, con 22.000 habitantes siguen siendo las islas más pobladas. La Palma era la única que superaba los 14.000 habitantes. El resto de las islas experimentaron importantes crecimientos, alcanzando cifras en torno a los cuatro mil habitantes para cada una de ellas.
La causa de este desigual crecimiento se debió al auge económico que conocieron Tenerife y La Palma, gracias al desarrollo de la actividad vitivinícola, objeto de una fuerte exportación. Sin embargo, las Canarias orientales, singularmente Gran Canaria sufrieron los efectos del colapso del ciclo azucarero, los embates de los ataques piráticos, las epidemias y la emigración hacia Tenerife y La Palma. Todo lo cual explica su estancamiento demográfico del que sólo podrá empezar a salir a partir del último tercio del siglo.
El crecimiento demográfico continúa durante el siglo XVIII. Globalmente la población del archipiélago pasa de 105.075 a finales del siglo XVII, a 194.516 en el año 1802. El reparto de la población es desigual; más de dos tercios se concentraban en Tenerife y Gran Canaria, las islas más prósperas, mientras que El Hierro no incrementa la población en todo el periodo. A diferencia de lo ocurrido en los siglos anteriores, el incremento benefició especialmente a las islas orientales, puesto que las occidentales sufrieron los efectos de la crisis del vino, cuyo efecto inmediato fue la intensificación de la emigración hacia América.
LA SOCIEDAD
La sociedad canaria de esta época presentaba las características propias de las sociedades europeas: mayoría de campesinos, generalmente sin tierras, privilegios para las élites nobiliarias y eclesiásticas, existencia de un numeroso clero regular y la existencia de esclavos.
La nobleza estaba representada por los descendientes de los dirigentes de la conquista. Su poder económico descansaba en la posesión de amplios dominios territoriales y en la exportación de productos como el azúcar durante el siglo XVI y el vino durante el siglo XVII.
Los ingresos así obtenidos los destinaban a la adquisición de bienes suntuarios, tierras o a obras pías. Controlaban el poder político y militar y se concentraban en las principales poblaciones de las islas centrales (Las Palmas de Gran Canaria, La Laguna, La Orotava, etc.). Constituyeron un grupo cerrado, fuertemente endogámico, aunque establecieron alianzas familiares con la burguesía, generalmente de origen extranjero, asentada en las islas.
El clero era abundante. Durante el siglo XVI y XVII se establecieron numerosas órdenes religiosas, gracias al patrocinio de los nobles y de la burguesía comercial. Esta abundancia viene atestiguada por la abundancia de conventos en las principales ciudades y villas de las islas, como fueron los casos de La Laguna, Las Palmas, La Orotava, Telde, Garachico, Santa Cruz de La Palma o Teguise. El clero estaba exento de pagar impuestos y recibía de los campesinos el diezmo. No obstante, de éste se beneficiaba el alto clero (obispo, canónigos, deanes), mientras que el bajo clero vivía en las mismas condiciones que la mayoría de la población. Esta población ociosa debía ser sostenida por el resto, por lo que constituía, la mayor parte de las veces, una carga económica, especialmente durante los abundantes periodos de crisis sufridos durante estos siglos.
El Tercer Estado. Estaba integrado por un conjunto heterogéneo de personas diferenciados entre sí por su nivel de ingresos y por la ocupación laboral, pero compartían la obligación de pagar impuestos y quedar excluidos (salvo excepciones) de los oficios de mérito (cargos políticos y administrativos y la dirección de la milicia). Se distinguían los siguientes grupos:
a) La burguesía, integrada mayoritariamente por extranjeros asentados en Canarias y relacionados con la producción y la exportación del azúcar y el vino. Su posición económica y social era elevada y generalmente tenía una estrecha relación económica y familiar con la nobleza dirigente.
b) Campesinos. Representaban más del ochenta por ciento de la población. Presentaban diferencias respecto a su relación con la tierra que trabajan (medianeros, jornaleros). Su situación vital se caracterizaba por la incertidumbre ante las malas cosechas, el hambre, las epidemias, etc.
c) Artesanos. Su número fue reducido dado el escaso peso de las manufacturas en Canarias y la tendencia a la autosuficiencia de la población. Algunas actividades especializadas, como era la de los toneleros, herreros o carpinteros, etc., eran las más habituales. Solían vivir en los núcleos urbanos.
d) Población marginal. Dentro de este grupo se solían integrar profesiones deshonrosas como eran la de verdugos, carniceros y parteras, así como los vagabundos y mendigos, cuyo número aumentaba o disminuía en función de las coyunturas económicas.
e) Esclavos. Su importancia fue grande. Se destinaban a las actividades agrícolas o al servicio doméstico. Su procedencia era África (beréberes y negros). Los beréberes eran especialmente numerosos en Lanzarote y Fuerteventura, donde suplieron la falta de población nativa. Su origen se debe a las expediciones (cabalgadas) emprendidas desde estas islas para capturar esclavos en la vecina costa africana. Los esclavos negros eran empleados en las plantaciones de caña de azúcar de Tenerife, Gran Canaria y La Palma. Salvo excepciones, la esclavitud no tuvo una relevancia demográfica muy significativa y a partir de la decadencia del cultivo del azúcar el número de esclavos se redujo considerablemente, bien por no ser rentable su adquisición, o bien por manumisión, en este caso ocuparon los escalones más bajos de la sociedad y sus descendientes acabaron mezclándose con el resto de la población
EL COMERCIO
Cabe hacer una distinción entre el comercio interior y el gran comercio o comercio exterior.
El comercio interinsular favoreció la circulación de bienes, sobre todo de productos agrícolas. Las islas relacionadas con el exterior gracias a las exportaciones de vino y azúcar (Tenerife, La Palma y Gran Canaria), actuaron como redistribuidoras demanufacturas procedentes del exterior hacia el resto del archipiélago.
El grueso de los intercambios comerciales con el exterior durante los siglos XVI y XVII, se realizaron con Europa. El azúcar fue el producto fundamental de exportación de Canarias durante el siglo XVI. Los destinos del azúcar canario eran los puertos de Génova y Flandes. A cambio se recibían tejidos, herramientas, objetos suntuarios y manufacturas varias. La Península, especialmente Castilla recibía azúcar, orchilla, cereales y cueros.
En la segunda mitad del siglo y durante la mayor parte del siglo XVII, el tráfico cambió de rumbo, reorientándose hacia Inglaterra, a donde se exportaba vino.
Existió durante estos dos siglos un comercio, generalmente ilegal, con América, dado el control que la Casa de Contratación ejercía en todo tipo de transacción comercial con el continente americano.
A América se exportaba vino, vinagre, conservas de pera, membrillo, frutos secos, etc. Y se importaba cacao, tabaco, palo del Brasil y muebles. Las leyes de libre comercio del siglo XVIII constituyeron un estímulo a los intercambios comerciales con aquel continente. Especial relevancia tuvo el Reglamento Real de 1718 que liberalizó las relaciones comerciales entre Canarias y América, que imponía la condición de enviar a aquel continente cinco familias canarias de cinco miembros por cada cien toneladas de mercancías exportadas.
El reglamento real institucionalizaba una práctica obligatoria llevada a cabo desde 1678. A este tipo de emigración se le conoce como tributo de sangre.
LA EMIGRACIÓN
Si bien la emigración de canarios hacia América fue constante desde el momento del descubrimiento, será a partir del siglo XVIII cuando ésta adquiera mayor importancia. El Reglamento Real de1718 fijaba la obligación de enviar cinco familias a América por cada cien toneladas de mercancías exportadas. Esta emigración respondía a necesidades estratégicas de la Corona española, obligada a consolidar sus posesiones en América amenazadas por ingleses, franceses y portugueses. De esta forma, y con colonos oriundos de Canarias, se fundó Montevideo, para frenar la expansión portuguesa desde el sur de Brasil hacia el estuario del Río de la Plata y San Antonio en Texas para consolidar la dominación española al norte del Río Grande. También se establecieron colonos canarios en Florida, Cuba, Puerto Rico, Luisiana y California. El resultado de aquella emigración es aún visible en Luisiana, donde perviven comunidades hispanohablantes, descendientes de los primitivos colonos canarios. Tanto en este caso como en San Antonio de Texas,estos norteamericanos mantienen contactos con la tierra de sus ancestros y manifiestan el orgullo de ser isleños. Con los canarios llegaron al Nuevo Mundo muchas de las tradiciones y festejos de las islas, entre ellos la festividad de Nuestra Señora de la Candelaria (Patrona de Canarias), que es celebrada cada año por los canarios tanto en Canarias como en otras partes de Latinoamérica. Actualmente la Virgen de Candelaria está presente en toda la América Hispana, siendo además la segunda advocación mariana más venerada en América tras la Virgen de Guadalupe de México.
Además de la imposición legal, existían otras razones que obligaron a los canarios a emigrar durante estos siglos: las crisis campesinas, el exceso demográfico, etc., emigraciones que se intensificaban en los momentos de crisis económica.
Una consecuencia inmediata de la incorporación de Canarias a la Corona de Castilla, fue que sufrió los efectos de los conflictos internacionales en los que ésta se vio involucrada.
Canarias constituía una base fundamental en las comunicaciones de la Corona con América, de donde procedían el oro y la plata que permitían a la Corona mantener su política de hegemonía europea durante todo el siglo XVI y buena parte del siglo XVII. Por otro lado, su lejanía de la península la convertía en un territorio vulnerable y expuesto a los ataques de aquellas potencias rivales de la corona: ingleses, franceses, holandeses y turcos.
Como consecuencia de lo anteriormente expuesto, las islas sufrieron, a lo largo de los tres siglos, una serie continuada de ataques, piráticos, en algunos casos, y otros organizados y planificados como parte de las guerras que libraba la Corona con sus rivales.
Los primeros ataques sufridos por las islas tuvieron lugar a partir de 1520. Se trata de ataques de piratas franceses, como el dirigido por François Leclerc, conocido como "Pata de Palo", quien atacó y saqueó Santa Cruz de La Palma y San Sebastián de La Gomera en 1553.
El ataque del pirata François LeClerc, alias Pata de Palo, a Santa Cruz
de La Palma en 1553.
Pata de Palo y su Flota Pirata
François LeClerc, normando de nacimiento, era un viejo conocido de los mares de la época. Había tomado parte en numerosas expediciones a las Indias, donde había adquirido singular nombre y prestigio. Su apodo de Pata de Palo lo adquirió en 1549 mientras luchaba con los ingleses en la batalla de Guernsey, donde perdió una de sus piernas y quedó malherido en el brazo, a pesar de lo cual siguió al servicio del rey de Francia, quien le premió por sus servicios a la corona en 1551 concediéndole un privilegio de nobleza. En 1553, el rey le dio la orden de emprender una expedición a las Antillas, concediéndole el mando una flota real para que hiciera daño a las posesiones españolas al otro lado del océano.
Corría el mes de Julio de 1553. La flota de navíos franceses, compuestos por 6 navíos gruesos, cuatro pataches (una embarcación ligera de guerra) y 800 hombres de desembarco (a lo que había que sumarle la tripulación), capitaneados por el mencionado capitán François LeClerc, volvía de las Antillas Españolas tras unos meses de pillaje en los que nadie había podido hacerle frente. Su destino final era Francia, pero no quería llegar a casa sin antes parar en las, por aquel entonces, ricas y florecientes Islas Canarias, con el fin de hacer una buena presa final y volver a casa con buen sabor de boca.
A la altura del cabo de Aguer, frente a las actuales costas marroquíes, LeClerc descubrió una flota genovesa que navegaba con las bodegas repletas de azúcar. Algunos navíos pudieron escapar de las garras del francés, que huyeron regresando a Canarias, pero la mayor de las naves, una enorme carraca, fue capturada con todo su cargamento. Este barco vino a aumentar las fuerzas del corsario francés, pues era mayor que sus galeones y estaba artillada con 30 magníficos cañones. Así, con las fuerzas aumentadas, la flota enemiga giró en dirección a las islas, quizá en persecución de los navíos mercantes huidos, presentándose primeramente frente a las costas de Fuerteventura, en las que buscó abrigo, pero con el Puerto de La Luz, en Las Palmas, en mente. El rumor popular había avisado de que el corsario francés venía en busca de unas urcas flamencas, así que nadie se extrañó cuando una mañana apareció la flota enemiga frente al puerto grancanario. Descubierto por las atalayas de La Isleta, todas las compañías de la isla se congregaron en la caleta de Santa Catalina al mando de su capitán General y su Gobernador de la Isla. Sin embargo, los fuertes vientos reinantes impidieron el desembarco, pese al continuado esfuerzo de los corsarios durante más de diez días. Hartos, decidieron poner rumbo hacia Tenerife, desembarcando primero en las cosas de Adeje, donde apenas consiguieron nada al estar aquella zona muy despoblada, y posteriormente acechando el puerto de Garachico, por aquel tiempo muy famoso por su riqueza y activo comercio. No obstante, no se sabe muy bien por qué, los piratas ignoraron aquel puerto, y tomaron rumbo noroeste, presentándose de improviso en la bahía de Santa Cruz de La Palma.
El Ataque
Santa Cruz de La Palma era, por aquel entonces, una ciudad muy rica y opulenta, y el puerto preferido para el comercio con las Indias. Era el tercer puerto en importancia del Imperio Español y parada obligada de todo barco mercante que se preciara. Sus vinos y azúcares le habían dado singular fama y renombre, viéndose muy pronto poblada por ricos comerciantes de Flandes, Portugal y Francia, y su puerto estaba concurridísimo de navíos flamencos y genoveses. Lamentablemente, la ciudad seencontraba indefensa, pues más allá de la pequeña Torre de San Miguel, que protegía el desembarcadero del puerto, el resto de la costa se encontraba abierta a un posible desembarco, fácil de realizar por los extremos de la bahía.
El viernes 21 de Julio de 1553, hacia el mediodía, la armada francesa de LeClerc se presentó ante la bahía de Santa Cruz de La Palma en son de guerra, disparando sus cañones. Los palmeros acudieron al puerto con sus armas, aunque confiados de que en el peor de los casos, aquellos piratas iban a la captura de las urcas y carabelas cargadas de azúcar que había venido huyendo desde el cabo de Aguer y que había buscado refugio en el puerto palmero.
Cuál fue sus sorpresa cuando vieron a los piratas llenar las lanchas de desembarco de numerosa infantería cubierta de morrión y coselete, y llevando arcabuces y lanzas. Las barcas, protegidas por los disparos de la flota, y llevando como general a Jacques de Sores, despiadado segundo de LeClerc, sorprendieron a los defensores con una rara maniobra, torciendo su rumbo cuando se acercaban al embarcadero donde estaban los isleños apostados y dirigiéndose al extremo noreste de la población, en la actual Explanada, cerca del Barco de La Virgen, o Barrio del Cabo por aquel entonces.
La maniobra y posterior desembarco y toma de puntos estratégicos, todo realizado con gran rapidez, dejaba ver que los franceses estaban asesorados por un buen conocedor del terreno, que no era otro que un comerciante francés cuyo nombre se ignora y que había residido por largo tiempo en la ciudad. Los 300 arcabuceros y 200 piqueros apenas encontraron resistencia por parte de los palmeros.
Desordenados y confusos, faltos de un jefe militar que les llevase a la lucha y gobernados por un letrado inexperto, el Licenciado Arguijo, cada cual se buscó la vida por su cuenta, mirando por sus propiedades y bienes lo mejor que pudieron. La evacuación de la ciudad fue un completo desastre, y fueron cautivas muchas familias de la primera nobleza de la isla.
En apenas media hora Santa Cruz de La Palma había pasado a manos de los soldados franceses, comandados por un François LeClerc que nunca quiso bajar desu barco, desde donde se dedicó a dictar las órdenes del saqueo y destrucciónde la ciudad.
Dicha destrucción fue llevada a cabo por Sores con su pericia acostumbrada. No hubo casa que no sintiese su garra, en especial las casas de Dios, las cuales profanó sin despeinarse, pues Jacques de Sores era un ferviente hugonote y tenía un especial odio a lo católico. Pronto las columnas de humo se elevaron sobre las que hasta hacía unos instantes eran magníficas casas de mercaderes y suntuosas iglesias y edificios civiles. La iglesia del Salvador, los conventos, ermitas, Casas Consistoriales, casa del Adelantado, archivos públicos y un buen número de casas particulares fueron pasto de las llamas. Los siguientes días los emplearon los soldados en registrar casa por casa, con la idea de que el pillaje aumentase sin descanso.
La riqueza de La Palma era famosa por aquel entonces, y sus moradores apenas pudieron cargar con alguna alhaja de valor en su huída al monte. El montante total de las pérdidas, entre edificios, dinero y joyas, se calcula en torno a los 800.000 ducados de la época. Una salvajada, si me permiten la expresión.
El Licenciado Arguijo, pasados los días, estableció su cuartel general en Tazacorte y envió apremiantes demandas de auxilio al gobernador de Tenerife, sin decidirse por su cuenta a realizar un contraataque con los hombres que había reunido al otro lado de la isla, entre huidos y habitantes de otras partes de la isla, por, entre otras cosas, los ruegos de los familiares de los cautivos que temían represalias hacia los suyos. Por su parte, los franceses no tenían intención de abandonar la ciudad salvo que pagaran un rescate por ella, que habían valorado en 30.000 ducados. Por supuesto, Arguijo no era capaz de reunir tan elevada suma, por lo que decidió ni tan siquiera contestar a LeClerc y Sores. Llegaron a juntarse un grupo de 1000 hombres en Tazacorte dispuestos a iniciar el ataque a Santa Cruz de La Palma, pero fueron detenidos y obligados a dispersarse por el teniente local hasta que no fueran liberadas diversas familias locales. Y aquí es donde la historia gana encanto, cuando llega la hora de que los franceses se marchen de la ciudad que han reducido a cenizas. La versión oficial dice que el 30 deJulio, con el ofrecimiento de 5.000 ducados que habían reunido las familias pudientes refugiadas en Tazacorte, y confiado Jacques de Sores en que había agotado los recursos y posibilidades de la isla, decidió abandonarla con sus hombres, no sin antes prender fuego a lo poco que quedaba en pie. Se embarcaron hacia rumbo desconocido, con las bodegas llenas del botín capturado y llevándose cautivas a numerosas familias isleñas.
Pero volvamos donde nos habíamos quedado: en el contexto de la rivalidad por elcontrol del Mediterráneo occidental, entre la Corona de Castilla y el Imperio Turco.
A raíz de éstos acontecimientos se intensificaron los ataques de piratas berberiscos que, actuando a las órdenes de las autoridades turcas de Argel, arrasaron en varias ocasiones las islas de Lanzarote y Fuerteventura. En uno de estos ataques dirigido por Xabán Arraez en 1593, Betancuria fue destruida y una parte de la población majorera fue capturada y esclavizada. Otro tanto ocurrió con los ataques piráticos a Lanzarote. Estos ataques se prolongaron durante los siglos XVI y XVII y en muchos casos respondían a respuestas de castigo por las expediciones organizadas desde Canarias para capturar esclavos en la vecina costa de África.
Durante los años de la guerra de la Corona de Castilla contra los holandeses en lucha por su independencia, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria sufrió en 1599 un ataque dirigido por el almirante Van der Doez, quien con una flota numerosa, llevó a cabo el ataque más grave sufrido por las islas. El ataque se completó con la conquista de la ciudad y la retirada de su población hacia el interior de la isla.
Las milicias insulares lograron en Tafira frenar el avance holandés hacia el interior de la isla y obligaron a los invasores a replegarse hacia Las Palmas de Gran Canariade donde se retiraron después de destruirla parcialmente. Antes de volver a sus bases en Holanda, atacaron y saquearon San Sebastián de La Gomera y Santa Cruz de La Palma.
Las continuas guerras con Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVI y durante el siglo XVIII, supusieron el continuo ataque de flotas inglesas a las islas, destacando las intervenciones de Drake o Hawkins. Fue en 1740, durante la guerra anglo-española, cuando corsarios ingleses desembarcan en el actual pueblo de Gran Tarajal (Fuerteventura) para adentrarse en el interior y saquear el pueblo de Tuineje. Sin embargo, y apesar de su desventaja en armamento, los nativos consiguen una victoria sobre los invasores. Meses más tarde se reproducen los acontecimientos con igual resultado. Esta batalla se conoce como Batallade Tamasite. Pero el último de los ataques dirigidos contra las islas lo llevó a cabo el contraalmirante Horacio Nelson, quien, atacó Santa Cruz de Tenerife el 25 de julio de 1797, dentro del conflicto que libraba Inglaterra contra Francia y su aliada, España.
Nelson atacó con una flota numerosa y con abundantes tropas que lograron desembarcar en la ciudad. Las milicias insulares, al mando del General Antonio Gutiérrez, responsables de la defensa de la isla pudieron resistir e impedir la conquista de Santa Cruz de Tenerife. Nelson resultó herido, a consecuencia de lo cual perdió el brazo derecho. Los británicos tuvieron que capitular, permitiendo las autoridades tinerfeñas el reembarque de los británicos que habían sido capturados.
Esta acción, conocida como la Gesta del 25 de julio de 1797, es una de las efemérides más importantes de la historia de Canarias. El Marqués de Lozoya en su Historia de España la describe como "la página más gloriosa de la historia canaria desde su incorporación a España".
Las consecuencias de aquellos ataques fueron, por un lado, la construcción de una amplia red de fortines y castillos defensivos en las costas de Canarias, cuya finalidad era impedir los ataques y la conquista de las islas por alguna potencia extranjera enemiga de la Corona de Castilla. Otra consecuencia fue la localización de los principales núcleos de población en el interior de las islas, lejos de la costa donde eran presas fáciles de los ataques.
INICIOS DEL SIGLO XX
A principios del siglo XX es introducido en Canarias por los ingleses un nuevo monocultivo que será el plátano, cuya exportación estará controlada por compañías comerciales como Fyffes, siendo Inglaterra el principal mercado para la fruta. Inglaterra también invertirá en la construcción del puerto de Santa Cruz de Tenerife y el Puerto de la Luz en Las Palmas de Gran Canaria, para disponer de puertos carboneros y de escala con vista a la colonización inglesa del continente africano.
La sociedad canaria sigue siendo fundamentalmente agraria, pero ya comienza a aparecer un proletariado urbano, que llevará al nacimiento de las primeras organizaciones obreras canarias. De todas maneras, debido precisamente al prácticamente nulo desarrollo industrial de Canarias, la aparición de un movimiento obrero fue bastante tardía, y en su inicio estaría formado más por artesanos que por proletarios. En aquellos momentos domina el caciquismo, y los terratenientes y aguatenientes dominan gran parte de la vida social y política de la población.
La rivalidad entre las élites de las ciudades de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria por la capitalidad de las islas, que se encontraba en la primera, llevará a que en 1927 se lleve a cabo la división del archipiélago en dos provincias. Pero todo lo que esto acontece, es ya otra historia.
EPÍLOGO
Largo y tortuoso ha sido, para las gentes de Canarias, el camino hasta llegar a nuestra época actual. Pero como comentaba al principio de este viaje, sólo he pretendido dar a conocer una serie de hechos que muchos de nosotros desconocíamos, y que ahora con su conocimiento comprenderemos mejor el por qué del título elegido para este artículo.
BIBLIOGRAFÍA PARA SABER MÁS:
CANARIAS Y EL ATLÁNTICO, PIRATERÍA Y ATAQUES NAVALES. Adaptación libre del relato de Antonio Rumeu de Armas.
EL ATAQUE DE VANDER DOES: PIEDRA DE TOQUE PARA UNA TRANSFORMACIÓN ECONÓMICA DE GRAN CANARIA, por Germán Santana Pérez.
LA GESTA DEL BATÁN. IV CENTENARIO DEL ATAQUE HOLANDÉS A GRAN CANARIA, por Antonio Rodríguez Batllori.